Un día como hoy, murió en el humilde pueblo de Amotape, Paita, Perú, en el año 1854, uno de los venezolanos mas ilustres e internacionales que ha parido esta patria, Don Simón Rodriguez, en una inmensa y cruda pobreza, quien fuera el mas grande de los maestros del Libertador Simón Bolívar, había ido a parar a ese olvidado lugar después de haber viajado tanto por diferentes lugares del mundo. Nacido en Caracas, el 28 de octubre de 1769, bajo el nombre de Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez, quien desde la niñez demostraba grandes inclinaciones por la enseñanza y el compartir del saber. En mayo de 1791 ―cuando ya tenía 21 años― el Cabildo de Caracas le dio un puesto como profesor en la Escuela de Lectura y Escritura para Niños. En esta escuela tuvo la oportunidad de ser el tutor del futuro libertador Simón Bolívar.
El tutor de Bolívar, Carlos Palacios y Blanco, decidió enviar a Bolívar a vivir con Simón Rodríguez porque no podía atenderlo personalmente. Ante la perspectiva de vivir con Rodríguez, el 23 de julio de 1795 Bolívar escapó de la casa de su tío Carlos para refugiarse en la casa de su hermana María Antonia, quien ejerció su custodia temporal, hasta que la Real Audiencia de Caracas resolvió el litigio judicial y devolvió a Carlos Palacios la custodia de Bolívar. Este trató de resistirse pero fue sacado por la fuerza de casa de su hermana y llevado en volandas por un esclavo hasta la humilde casa de Rodríguez. En 1794, Simón Rodríguez presentó un escrito crítico, Reflexiones sobre los defectos que vician la escuela de primeras letras en Caracas y medios de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Fuertemente influenciado por el Emilio de Jean-Jacques Rousseau, Simón Rodríguez desarrolló una revolucionaria concepción de lo que debía ser el modelo educativo de las naciones americanas. En 1824, el mismo Bolívar ―en carta al general Santander― decía que su maestro «enseñaba divirtiendo».
Su participación en la Conspiración de Gual y España, descubierta en julio de 1797, en contra de la corona española lo obligó a renunciar a su cargo de maestro y huir del territorio venezolano, con 27 años. En 1797, en la villa de Kingston (en la isla de Jamaica), cambió su nombre a Samuel Robinsón. Después de permanecer algunos años en los Estados Unidos, en 1801 viajó a Francia. En 1804, con 34 años, se encontró en París con Simón Bolívar (21 años), de quien había sido maestro poco más de diez años antes.
Regresa a América en 1823, usando el nombre de Simón Rodríguez nuevamente. En 1824 establece en Colombia la primera «escuela-taller». Atiende al llamado hecho por Bolívar desde el Perú, y es nombrado «Director de la Educación Pública, Ciencias, Artes Físicas y Matemáticas» y «Director de Minas, Agricultura y Vías Públicas» de Bolivia. En 1826, establece una segunda escuela-taller como parte del proyecto para toda Bolivia. Pero el Mariscal Antonio José de Sucre, presidente de Bolivia desde octubre de 1826, no tenía una buena relación con él, por lo que Rodríguez dimitió el mismo año, trabajando el resto de su vida como educador y escritor, viviendo alternadamente entre Perú, Chile y Ecuador. Muy importante es su trabajo titulado Sociedades Americanas, dividido en varias ediciones publicadas en Arequipa (1828), Concepción (1834), Valparaíso (1838), y Lima (1842). El texto insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase: "La América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos".
En los años finales de su vida dio clases en varios colegios de Quito y Guayaquil (Ecuador); debido a un incendio que azotó esta ciudad, gran parte de su obra quedó hecha cenizas. En 1853 emprendió su último viaje rumbo a Lima (Perú) al lado de su hijo José, y de Camilo Gómez, un compañero de este, en Paita mantuvo contacto con la heroína sudamericana Manuela Sáenz quien también se encontraba exiliada allí. La muerte lo sorprendió el 28 de febrero de 1854, con 84 años, en el caserío de Amotape, a orillas del río Chira. Setenta años después (hacia 1925) sus restos fueron trasladados al panteón de Perú, y en 1954 al Panteón Nacional de su Caracas natal.
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