En cuanto a sus datos biográficos se cree que era de origen caribe y procedía de lejanas tierras, Conopoima llegó a las proximidades de Los Teques y se radicó en el lugar conocido como El Peñón. De carácter sobrio, cauteloso y recto, luchó con denuedo en múltiples ocasiones junto al gran Guaicaipuro de modo tal que éste decidió nombrarlo sucesor suyo en el mando militar de todas las tribus a sus órdenes. Pero Conopoima, aunque a la muerte de Guaicaipuro aceptó el cacicazgo de algunas de ellas, rehusó el de las restantes en favor de Baruta.
Se cuenta asimismo que tras haber sufrido severísimo descalabro a manos del capitán Garci-González en el asedio de Carrizales —donde los castellanos habían hecho prisionero al aguerrido Sorocaima y posteriormente le amputaron la mano derecha—, y luego que hubo abandonado, hacia 1572, la lucha armada, por considerarla inútil ante un enemigo tan poderoso como el castellano, entrado ya en años se arrepintió de su determinación y un buen día partió hacia occidente acompañado de una veintena de hombres, reclutó un millar de hombres con los que retornó a la lid pocos años después, dispuesto a continuar la lucha en los alrededores de Caracas.
Los indígenas que habitaban Venezuela fueron sustituyendo el primitivo terror supersticioso al conquistador, al que inicialmente habían supuesto monstruo bicéfalo de cuatro patas, por el temor normal experimentado ante un semejante de carne y hueso aunque éste dispusiera de tubos de fuego que sentaban la enorme diferencia armamentista entre ambos bandos. Uno de los primeros en percatarse de la distinta esencia de hombre y equino fue Conopoima, a ellos, a sus guerreros les ha inculcado “que el hombre y el caballo” no eran ni podían formar conjuntamente un monstruo gigante de una sola pieza y mucho menos el que estos pudieran nacer del seno mismo de la “naturaleza” agreste, por mandato de los demonios, según habían referido los piaches. Al efecto, para que sus palabras tuvieran amplio y efectivo valor obligo a los suyos el acercarse en una ocasión a un pequeño lago rodeado de palmeras por donde debía pasar un escaso grupo de conquistadores a caballo. Con un certero tiro de flecha que dio en el blanco apetecido logro tumbar sin vida a uno de los hombres venidos del otro lado del mar. Y al quedar sin jinete el caballo echo pronto a correr en un galope rápido y sin rumbo. El sortilegio quedaba así al descubierto, el embrujo había terminado, el blanco era un hombre igual a ellos sin ninguna condición sobrenatural.
Roto el mito sus guerreros intervinieron valientemente y sin la menor intimidación en las frecuentes batallas que sostuvo contra el invasor, en dos o tres encuentros asilados obtuvo Conopoima aciertos innegables. Triunfante en “Las Adjuntas” atacó a los conquistadores junto con otros jefes y caciques, entre ellos Sorocaima, y puso en estado de sitio a la flamante ciudad que con el nombre de Santiago de León de Caracas concluía de fundar don Diego de Losada y Quiroga.
Pero un suceso inopinado hecho por tierra los cálculos primitivos. Dentro de aquellas legiones aborígenes, victoriosas hasta entonces, logro infiltrarse un indio renegado al servicio de Garci-Gonzáles. Con cautela inaudita el “apostata” logro adueñarse de todos los secretos del nómada campamento. Y cuando a Caracas regreso, el indio aportaba una información valiosísima “Conopoima, aseguro el espía, abandona todas las noches sus mesnadas para ir a visitar a su mujer, una india que es su debilidad porque es madre de sus hijos, Conopoima recorre por las noches, bajo las estrellas, el cauce del río y tres horas después regresa al campamento”.
Enterados los conquistadores de este hecho decidieron darle caza. Para ello dispusieron convenientemente un pelotón de soldados en las cercanías de la ribera del río Macarao, entonces caudaloso, de pronto el silencio de la noche fue roto por el ruido peculiar del remo al chocar con el agua. Una piragua dirigida por mano segura y firme remontaba sin vacilaciones la violenta corriente del río cuajado de reflejos. Los tiros de los arcabuces retumbaron arteros y terribles como una blasfemia lanzada al alma inmensa de la noche y la floresta, Conopoima había dejado de existir y con el desaparecería un firme baluarte de la resistencia india. Los españoles lo inhumaron, en lugar próximo a la ribera, junto a un monumental bucare.
Hola soy maria
ResponderBorrarHl
BorrarQue María??
BorrarMallllll
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